26.8.09

Camino de recuerdos

Estaba repasando viejas carpetas por el PC, cuando he tropezado con algo más bien reciente. Hace por estas fechas un año desde que finalizamos y entregamos un interesante estudio sobre la composición y naturaleza de los materiales de los nidos de Mirlo común Turdus merula y Verdecillo Serinus serinus, dos especies de pájaros muy comunes en nuestros parques, jardines y huertas.

A veces las circunstancias del presente nos hacen olvidar experiencias tan maravillosas como ésta. Yo no es la primera vez que “olvido” haber vivido cosas así. Por suerte, siguen aquí las pruebas de que el año pasado tuve el placer de trabajar de muy buena voluntad con dos amigos y compañeros para la realización de este estudio (Juan Mompeán y Adrián Valls). Cabe destacar que no por casualidad, acabó como Primer Premio de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia para Jóvenes Científicos en su edición 2008.


Ya son dos los trabajos de esta índole en los que he participado, y han forjado en mí un espíritu único, especial. Un espíritu científco. Me parece que ya he hablado de esto alguna otra vez, pero es que jamás dejará de fascinarme.

Fue durante el curso 2005/06 cuando empezó esta sensación. La sensación de querer saber más, de querer investigar. Cuando encontré algo que realmente me gustaba, algo que casi me apasionaba y me cautivaba. No me queda más que dar las gracias otra a Rosa María Verdú, que supo encender esa chispa casi mágica en la asignatura que ella impartía y yo cursaba aquel año en 4º de la ESO. La asignatura Taller de medio ambiente, dentro del programa GLOBE. No fue nada especial, la verdad, pero suficiente para captar mi atención. Conocer la Naturaleza, estudiarla, verla de cerca, tenerla entre las manos. Aquí aprendí a aprender.

Y es que desde entonces he ligado mi vida a este mundo de la Naturaleza y su estudio. Ahora curso la carrera de Biología, vaya, no creo que sea casualidad. Gracias a este rumbo fijo que puse en el horizonte de mi vida hace unos pocos años, he vivido experiencias inolvidables y sobre todo, he conocido a gente maravillosa.

Y por eso ahora no puedo evitar contar una pizca de lo mucho que viví. Algunos de eso detalles y anécdotas que no se olvidan. Fue una fecha complicada para mí. Junio, Julio, Agosto, Septiembre… meses en los que, por desgracia, tenía la obligación impuesta de estudiar no solo para recuperar una asignatura, si no para repetir una Selectividad que ya había hecho, aunque se hiciera oídos sordos. Aun así esto me daba más fuerzas para querer ausentarme de mi deber y salir al campo a muestrear. Ya había pasado la primavera, la época de cría especialmente por nuestras latitudes ya estaba más que finalizada, así que con la idea del estudio más o menos asentada (porque hay que reconocerlo, nunca sabes muy bien qué vas a hacer hasta que ya lo has hecho), cogimos nuestras bicis y salimos a recorrer la huerta de Murcia en busca de lugares apropiados donde encontrar y recoger nidos de la huertana Merla. Queríamos ver en qué medida influía el ser humano a la hora de construir los nidos, es decir, queríamos ver si utilizaban materiales “artificiales”, un término demasiado amplio que poco a poco fuimos modelando a golpe de martillo y cincel.


Pasaron los días y fuimos definiendo el estudio, incluimos otra especie, el Verdecillo o Serín como le dicen en la huerta, que resultó ser bastante más abundante y fácil de encontrar de lo que nos esperábamos. Medíamos la altura del nido, los diámetros in situ siempre que fuera posible y tomábamos otras observaciones antes de recoger el nido con sumo cuidado, todo esto evitando como es lógico, y aunque sea poco lícito, a los dueños de los huertos y los ladridos de sus perros. Más de una vez los vecinos se quedaban mirándonos atónitos cuando trepábamos por las ramas de un árbol o nos abríamos paso entre la maleza. No sé si quiero saber qué piensan de nosotros muchas veces.

El trabajo de campo a pesar de ser duro en muchos casos, es un trabajo de compañerismo y buenas experiencias. Así, recorrimos Norte, Sur, Este y Oeste de la ciudad buscando los restos de nuestros pequeños amigos alados, hasta que decidimos que era suficiente, y pasamos a la siguiente fase del estudio.

Hay quien prefiere el trabajo de laboratorio, antes que el sufrido campeo, pero yo no lo cambio por nada. Si puedo estar en los dos, mejor que mejor. Es distinto, un ambiente diferente, más pulcro y detallista.

Los dos ambientes tienen su toque especial. Los dos nos pueden dar sorpresas. Ya sea encontrar un nido con huevos o pollos en el campo, un esqueleto de erizo, o infinidad de cosas con las que nos puede deleitar la Naturaleza (o sorpresas no tan agradables de origen humano). O bien, llegar a medir en un nido de Mirlo hasta 8m de cuerda, encontrar un huevo sin eclosionar entre los materiales de un nido de Verdecillo, o descubrir, aunque parezca imposible, entre las ramas un sistema antirrobo de un libro, o el plástico que sujeta las etiquetas a las prendas de las tiendas de ropa (quién sabe, el Mito del Preservativo…).

Una vez finalizada esta parte del trabajo, toca analizar los datos que hemos obtenido. Algo que me trajo algún que otro quebradero de cabeza, buscando la forma de conseguir lo que quería con mi viejo amigo Excel. Tenemos una mutua relación amor-odio. Es el momento de darle forma a lo que queremos presentar, redactar lo mejor posible lo que hemos hecho, cómo y por qué. Introducción por aquí, objetivos por allí y conclusiones un poco más allá. Horas delante del ordenador, escribiendo y cuadrando unos archivos con otros, revisando una y otra vez para no olvidar ni un detalle, establecer un formato único y una estética atractiva, siempre dentro de lo formal. Es el moldeado, retoque y maquillado definitivo.

Por fin, terminamos un trabajo con el que al menos yo quedé muy satisfecho. Y se lo entregamos al Presidente de la citada Academia. El veredicto, aunque tardó en llegar, mereció la pena.


No lo hacemos por ganar un premio, ni por currículum ni por dinero, hay cosas más importantes en las que pensar. Lo hacemos por amor al arte, porque nos gusta, porque queremos. Hay algo dentro que nos impulsa. Cierto espíritu rebelde que siempre quiere saber más.

Sí, es él. Es el espíritu científico.

1 comentario:

Tomica_naranja dijo...

espiritu cientifico, si creo que es algo que has tenido de siempre, entre petardos y pajaros. Por algo eres "Pájaro", algo en ti demuestra cuanto te apasiona. Y despues de conocer a jose luis creo que vas por el mismo camino biologo jejeje

Me alegro que no olvides los buenos momentos, aunque a veces se necesitan unas cuantas fotos viejas para recordarnos ciertos tiempos buenos y divertidos, no deberíamos dejarlos de vista pensando tanto o en el futuro o el mal pasado.

Con ganas de verte pájaro. A ver si asomas las plumas jejeje.

Elena